P.d.v: Mattius.
Iba caminando por los
pasillos. Al fin habían acabado las clases. Debía encontrar a mi
tía lo antes posible. Teníamos que planear cómo hacer que
Alexandra y Blake se enamoraran. Blake en su vida había sentido amor
por nadie, siempre se liaba con ellas y a las dos semanas, cuando
veía un culo mejor, cambiaba. Por eso era mi mejor amigo. De
Alexandra sabía poco, pero parecía una chica muy cerrada. Ni si
quiera me había mirado el culo ni una vez. Ay, ay, ay... A ver si
era lesbiana... No, no lo era. Yo y mis paranoias. Tranquilo,
Mattius, tu tía confía en ti, y todo el mundo sabes que eres el
mejor en todo. ¿De qué tenía que preocuparme?
P.d.v: Blake.
Sali a los jardines del
instituto. El sol moría en el horizonte. Menudo día. Había sido
eterno. Las clases en el Dumort no acababan jamás. Entre que los
profesores eran unas cosas malas andantes y mis compañeros eran
secos y empollones no había nada que hacer. Lo único que salvaba el
día era haberme encontrado con Alexandra.
Suspiré y decidí dar un
paseo. Mi mente estaba lejos. Evocaba una y otra vez aquellos ojos
turquesa. ¿Cómo era posible tener unos ojos tan vivos? Y estaba
seguro al cien por cien de que no llevaba lentillas. ¿Me la volvería
a cruzar? Oh, vamos, había muchos alumnos, pero el colegio era
grande, tenía que me la tenía que encontrar por algún lado.
Me quedé de piedra.
Sentada en uno de los
muros que delimitaban el colegio había una chica sentada. Tenía el
pelo rojizo recogido en un moño flojo, medio deshecho. Sus ojos
estaban cerrados, y solo se distinguía un cuarto de la cara. Me
pareció que era Alexandra. Esa nariz era suya seguro... Y no hubo
lugar para las dudas cuando abrió los ojos. Parecían tristes y
melancólicos, pero tenían ese brillo de astucia que los hacía
parecer vivos.
Me acerqué a ella con
sigilo. Apenas se oían mis pisadas, pero una hoja seca de un árbol
cercano la alertó. Se giró bruscamente, sobresaltada. Sonreí.
–Hola de nuevo –dije.
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